jueves, 13 de agosto de 2009

LOS PECADOS CAPITALES -- LA IRA

La Ira.

“Appetitus inordinatus vindictae” es decir, un “apetito desordenado de venganza”. “Que se excita –continua la definición latina en nosotros por alguna ofensa real o supuesta.

Requiérase, por consiguiente, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. Si no entraña este desorden no será imputado como pecado”.

De esto ultimo se desprende que habría una ira “buena y laudable” si no excede los límites de una prudente moderación y tiene como fin suprimir el mal y reestablecer un bien.

“El apetito de venganza es desordenado o contrario a la razón, y por consiguiente la ira es pecado, cuando
· se desea el castigo al que no lo merece,
· o si se le desea mayor al merecido,
· o que se le infrinja sin observar el orden legítimo,
· o sin proponerse el fin debido que es la conservación de la justicia y la corrección del culpable.

Hay también pecado en la aplicación de la venganza, aunque esta sea legítima, cuando uno se deja dominar por ciertos movimientos inmoderados de la pasión.

De esta manera la ira se convierte en pecado gravísimo porque vulnera la caridad y la justicia.

Son hijos de la Ira:
· el maquiavelismo (astucia, deslealtad, ingenuidad),
· el clamor (suplica, grito, queja, gemidos, lloriqueos, etc.),
· la indignación (rabia, cólera, irritación, furia, violencia, etc.),
· la contumelia (injuria, ofensa, insulto agravio, barbaridad),
· la blasfemia (reniego, maldición, juramento, etc.) y
· la riña”.

De la definición anterior se desprende que la ira es el uso de una fuerza directa o verbal que transgrede los límites de la legitima restitución de un bien ofendido.

La violencia, entendida como el uso de la fuerza, si es desmedida, es claramente una anulación del otro. En el asesinato, por ejemplo, que no corresponde a la legítima defensa, se pretende evidentemente la nadificación del otro.

En el leguaje, mediante la ofensa o el improperio, encontramos también el deseo de perjuicio e incluso de nulidad del otro.

Es importante hacer notar que el uso de la fuerza en contra del prójimo no siempre es un mal moral.

Debe ser entendida como un mal menor si el fin por el cual se realiza no es sólo la anulación del otro sino que persigue fines legítimos como la conservación de la vida propia o de terceros.

Tal es el caso de la “guerra legítima” que procura evitar la propia muerte o la privación de la legítima libertad a mano de un invasor, la legítima defensa. El uso de la fuerza se justifica también cuando se procura, con esto, el bien del otro, evitando de esta manera un daño mayor que el dolor que se infringe.

La ira se convierte en pecado gravísimo cuando nuestro instinto de destrucción sobrepasa toda moderación racional y, desbordando todo límite dictado por una justa sentencia, se desea sólo la inexistencia del prójimo.

Adicción a la Ira

La adicción a la ira tiene mucha relación con la adicción al alcohol y a las drogas. Una persona que no puede controlar su ira es adicta a la ira. Igual que el que está tomando, no puede controlarse. Ningún adicto a la ira quiere admitir esa adicción.

Frases de la Ira
1. La ira, si no es refrenada, es frecuentemente más dañina para nosotros que la injuria que la provoca (Séneca)
2. El éxito y el fracaso depende de la sabiduría y la inteligencia, que nunca pueden funcionar apropiadamente bajo la influencia de la ira (Dalai Lama)
3. El medio para hacer cambiar de opinión es el afecto, no la ira (Dalai Lama).
4. Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo (Aristóteles).
5. El que airado procura hacer daño, no se guarda del que le puede suceder (Séneca).
6. En ninguno es la ira más peligrosa que en el que a otros castiga (Séneca).
7. No os entreguéis por demasiado a la ira; una ira prolongada engendra odio (Ovidio).

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S.S. Juan Pablo II